La historia del anillo, el maestro y el joven nos invita a conocer el valor de uno mismo. No importa lo que otros nos digan o cómo nos valoren. El mayor obstáculo para hallar la felicidad se encuentra en uno mismo. Esta fábula te ayudará a comprender esta desvalorización que muchos hemos vivido.

No permitas que nunca nadie te diga lo que vales.
Tú eres el único capaz de saber tu propio valor.

Muhammad Alí
La historia del anillo, el maestro y el joven

Había un joven que en su interior se encontraba perdido, lleno de conflictos internos que le limitaban. Es más, cada vez que intentaba realizar una tarea vivía una sensación de frustración por no realizarla correctamente. Se sentía juzgado y mediocre. Un día, cansado de esta situación se dirigió al maestro del pueblo y le dijo: «He venido a verte porque me siento vacío. Todo el mundo me dice que no sirvo, que no hago nada bien. Me siento torpe y tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren los demás?»

El maestro, sin mirarle a la cara, respondió: «Lo siento mucho, pero ahora mismo no puedo ayudarte. Debo solucionar primero un problema que llevo días postergando». Tras una breve pausa añadió: «Si quisieras ayudarme con una cuestión, tal vez pueda ayudarte después».

La libertad conlleva responsabilidad. Por eso a la mayoría de las personas les aterroriza.

George Bernard Shaw

Tras escuchar estas palabras el muchacho se sintió de nuevo desvalorizado y sin obtener su ansiada respuesta. Dudó por unos segundos y finalmente contestó: «De acuerdo, te ayudaré. ¿Qué puedo hacer por ti?».

«Bien», asintió el maestro. Entonces, se quitó el anillo que llevaba en el dedo meñique y añadió: «Tengo una deuda pendiente con una persona y no tengo suficiente dinero para pagarle. Acércate al mercado lo más rápido que puedas y vende este anillo por la mayor cantidad de dinero posible, pero recuerda, que no sea por menos de una moneda de oro».

¿A qué estás esperando? Encuentra tu propia voz. Cuanto más tardes en empezar a buscarla, más difícil te será encontrarla.

Walt Whitman

El chaval cogió el anillo y fue corriendo al mercado. Al llegar, se lo ofreció a los mercaderes. Algunos mostraban cierto interés. Otros ni siquiera eso. Y por último, había quien se reía al escuchar la cantidad de dinero exigida. Uno de los allí presentes se acercó y le explicó: «Una moneda de oro es demasiado dinero por un anillo como ese. Como mucho te ofrezco una moneda de plata y una de cobre». Pero el joven tenía unas indicaciones claras, no menos de una moneda de oro. Finalmente, cabizbajo y derrotado por su nuevo fracaso, desistió y volvió.

Al regresar junto a su maestro le explicó lo sucedido: «Lo siento, pero ha sido imposible conseguir lo que pedías. Lo máximo que me han ofrecido ha sido una moneda de plata y otra de cobre. No he podido engañar a nadie respecto al verdadero valor del anillo». El anciano contestó: «¡Qué razón llevas! Tus palabras me han dado una idea. Para saber cuánto podemos pedir, hemos de saber cuanto vale. Ve al joyero del pueblo y pregúntale por el valor real del anillo. No importa la cantidad que te ofrezca. No lo vendas. Y vuelve de nuevo con el anillo».

Si le hubiera preguntado a la población qué es lo que necesitaba, me hubieran respondido: «Caballos más rápidos».

Henry Ford

El joven fue corriendo de nuevo al pueblo. El joyero examinó el anillo minuciosamente durante varios minutos. Lo miró con lupa, lo pesó y en un tono muy serio afirmó: «Dile a tu maestro que si lo quiere vender ya, le puedo dar 58 monedas de oro, pero que si me da un poco de tiempo se lo puedo comprar por 80″. El chaval incrédulo por lo que acaba de oir, exclamó: ¡80 monedas de oro! Voy ahora mismo a contáselo al maestro.»

El muchacho corrió emocionado hasta la casa del anciano y le contó lo que el joyero le había dicho. El sabio contestó: «Gracias por la información. Ahora escucha aténtamente. Al igual que el anillo, tú eres una joya preciosa. Y cómo tal, sólo puede ser valorada adecuadamente por un experto. ¿Acaso pensabas que cualquiera podía descubrir su verdadero valor?».

Mientras regresaba el anillo a su dedo meñique, el maestro añadió: «Todos somos como esta joya. Valiosos y únicos. Y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que personas inexpertas nos digan cuál es nuestro auténtico valor».

Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás.

Erich Fromm

Fuente: Esta historia del anillo, el maestro y el joven puedes encontrarla con diferentes títulos y formas. Yo la he tomado del libro «Qué harías si no tuvieras miedo» de Borja Vilaseca.