El crecimiento exponencial en una sociedad basada en la explotación de los recursos naturales de un sistema mayor, en nuestro caso el planeta Tierra, tiene un límite. Si no damos tiempo suficiente para su regeneración y recuperación, estaremos condenando a la especie humana a desaparecer.
Quien crea que el crecimiento exponencial puede continuar indefinidamente en un mundo finito es un loco o un economista.
Kenneth Boulding
La Isla de Pascua como ejemplo de crecimiento exponencial en una sociedad
Se cree que esta isla, ubicada a más de 2.000 kilómetros de cualquier otro lugar, fue habitada por los polinesios allá por el siglo V d. C. Estos primeros pobladores hallaron una tierra fértil, con extensos bosques y abundante fauna. El clima era ligeramente frío y la lluvia no muy abundante, pero la frondosa vegetación hacia de aquel un lugar idílico.
A lo largo de los siglos la población aumentó. Y sus necesidades de recursos como pesca, caza y frutos siguió la misma progresión. La madera, su principal fuente de energía, era su bien más preciado. Su utilidad versaba desde guarecerse del frío hasta costruir canoas.
Los nativos daban las gracias a los dioses por ser elegidos para vivir en semejante paraíso y con tanta riqueza natural. Tal era su creencia que el nombre con el que los pascuenses denominaban a la isla era Te pito o Te henua, que significa «El ombligo del mundo». Así, para expresar su gratitud, construyeron las famosas estatuas conocidas como Moáis. Estas enormes figuras de piedra, que en algunos casos superan la decena de metros de altura, requerían de la tala de árboles para su contrucción. Como no podía ser de otra manera, en este «ombligo del mundo» todos sus Moáis miraban hacia el interior de la isla.
Según algunas fuentes, entre los siglos XVI y XVII la población alcanzó su pico máximo con 30.000 habitantes. Y en algún momento de esta época su modelo de crecimiento, basado en el consumo de los recursos disponibles, llegó al colpaso. La sobreexplotación acabó con los recursos naturales. La caza hizo desaparecer la fauna. La pesca comenzó a escasear. La tierra se convirtió en árida y pobre para el cultivo.
En su lucha por sobrevivir, las tribus que habitaban la isla iniciaron una serie de peleas por hacerse con los recursos que les permitieran subsistir. Al inicio, estas peleas fueron pacíficas. Incluso buscaban el favor de los dioses con la construcción de nuevas estatuas. Pero los dioses no respondían y sus ansiados recursos no llegaban. Para colmo, la tala de árboles requerida para la construcción de dichos monumentos, no hacia más que agravar la situación. Llegó un punto en el que no disponían de madera ni para construir canoas con las que pescar. Llegaron al canibalismo.
Finalmente, esta lucha armada por el dominio de los escasos recusos desembocó casi en la desaparición de su civilización. El 5 de abril del año 1.722 Jakob Roggeveen llegó a la isla de Pascua y estimó que la población estaba entre los 2.000 y 3.000 habitantes. En ese momento, los isleños seguían en una lucha salvaje y encarnizada. Curiosamente, en este primer contacto con los europeos, los pascuenses sólo pedían una cosa: «más madera».
Conclusión
Vivimos un crecimiento exponencial en una sociedad basada en el consumismo material. Enciende la televisión, la radio o incluso conéctate a cualquier red social, comprobarás el abrumador bombardeo de publicidad que recibimos. La sociedad incita a gastar y consumir por encima de nuestras posibilidades. Tal es así que en esta sociedad no es extraño el endeudamiento. Desde familias que solicitan créditos para la compra de una vivienda que es posible nunca puedan pagar, hasta familias que pagan con la tarjeta de crédito una televisión que realmente no necesitan. Que nadie dicte tu camino, empodérate y toma las riendas de tu vida.
¿Qué sentido tiene que en el supermercado de al lado de casa podamos comprar espárragos de Perú y de Toledo al mismo precio? ¿Acaso crees que estamos pagando realmente el coste asociado a su transporte y contaminación?
La mitad de las frutas y verduras que España importa proceden de países no comunitarios
No se trata de consumir más. Tampoco de consumir menos. Se trata de consumir mejor. Bienes que respondan a necesidades, no a caprichos. Cuando compres algo, piensa en su huella ecológica. Adquiere aquello alineado con prácticas éticas y sostenibles.
Me gustaría terminar con este extracto del libro «Qué harias si no tuvieras miedo» de Borja Vilaseca en el que se habla sobre el decrecimiento:
«Desde la perspectiva del decrecimiento, una economía puede desarrollarse sin crecer y crecer sin desarrollarse. Principalmente porque una cosa es el ‘crecimiento’ (un proceso cuantitativo, tangible y físico) y otra, bien distinta, el ‘desarrollo’ relacionado con aspectos cualitativos, intangibles y emocionales. Mientras una economía en crecimiento se hace mayor, una economía en desarrollo se hace mejor. Esta es la razón por la que apostar por el decrecimiento no implica acabar con el progreso.»
Los grandes avances en la historia de la humanidad se han conseguido siguiendo mejores recetas, no cocinando más.
Paul Romer
Recomendaciones: Te invito a ver el documental de «La hora 11» presentado por Leonardo di Caprio.
Agradecimiento especial a Borja Vilaseca por agitar a esta consciencia escribiente.
junio 15, 2020 a las 5:07 pm
Es abrumador ver como nos hemos dejado llevar por esta sociedad de consumo, que nos augura un futuro no muy alentador.
Ser conscientes de cada uno de nuestros actos, haría que fuésemos una sociedad consecuente y por lo tanto activa ( que no reactiva) a todo lo que nos está ocurriendo.
Gracias por tus reflexiones!